PULSO
Eduardo Meraz
Además de las calamidades ocasionadas por el cuatroteísmo en tan solo cinco años, donde los servicios públicos están para llorar, ahora se agrega la falta de agua y la sequía de ideas de las autoridades para atender el asunto, dejando a la ciudadanía la responsabilidad de racionar su uso.
De acuerdo con la Comisión Nacional del Agua (Conagua), durante la primera quincena de enero, al comenzar el periodo de estiaje, la sequía de moderada a excepcional se elevó en casi siete puntos, al pasar del 54.84 por ciento del territorio nacional a 61.59 por ciento, por lo que tan sólo el 18.13 del suelo tiene condiciones normales.
En contraste, los mexicanos disfrutamos de abundancia de balazos, muertes y desapariciones, gracias a la proliferación de abrazos del oficialismo a las organizaciones criminales, con el consecuente derramamiento de sangre en buena parte del territorio nacional.
Igualmente, estamos inundados de palabrería mañanera, de discursos del bienestar, donde México es casi el paraíso: un sistema de salud a punto de convertirse en el mejor del mundo mundial; un trenecito y un aeropuerto como no se ha construido en ningún país.
Somos testigos del derrame inmisericorde recursos públicos en la realización de obras y proyectos que los succionan con fruición y sin medida, por la falta de planeación y preparación de los responsables, lo cual se ha traducido en el triple del costo calculado.
También contamos con una minoría rapaz que en tan solo un quinquenio duplicó su riqueza, equivalente a los ingresos de la mitad de los habitantes más pobres de América Latina, resultado de una “economía moral”, basada en contratos directos a machuchones y la incorporación de la nueva generación de cachorros de la transformación.
Como resultado final de las ocurrencias y caprichos presidenciales, los mexicanos de esta y futuras generaciones estaremos ahogados en deudas, las cuales aumentaran en casi 60 por ciento -seis billones de pesos-, respecto de lo que debíamos hacia finales de 2018.
Tal endeudamiento demuestra que ni ha habido austeridad franciscana y mucho menos un gobierno pobre. El derroche del dinero de los ciudadanos le ha permitido al mandatario totalmente Palacio Nacional “nadar de muertito” y zambullirse en la ilicitud de muchos de sus actos de gobierno, impunados ante la Corte.
El exceso de salivación presidencial con el que salpica sus programas sociales no restituye los gastos extraordinarios de la población para pagar por tener acceso a servicios educativos, al agua, atención médica y medicamentos, a sentirse seguros y un larguísimo etcétera.
Alejado de los problemas de falta de agua, inaugurando presas sin concluir y sin distribuir el líquido, quiere exprimir o dejar que mueran de inanición a los órganos autónomos, al poder judicial y a los medios de comunicación que constituyen un dique a sus afanes absolutistas.
Así, mientras para el habitante temporal del palacete virreinal se le avecina una lluvia de denuncias por su mala gestión y peor uso de recursos públicos, para los ciudadanos la sequía del bienestar tiene pronta fecha de caducidad.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
El embajador de Estados Unidos en México, Ken Salazar, desmintió que armamento de las fuerzas armadas de su país se encuentre entre los grupos delincuenciales de México, como había sostenido la Secretaría de la Defensa Nacional.
@Edumermo